22 de febrero de 2012

GRANDES INTÉRPRETES. VLADIMIR HOROWITZ

En los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, el aire que se respiraba era anti-romántico, pero quedaron al menos dos pianistas dispuestos a mantener el romanticismo bien alto: uno fue Arthur Rubinstein y el otro Vladimir Horowitz.

Horowitz tenía una técnica muy brillante y una sonoridad atronadora conseguida sin golpear las teclas. El público permanecía en la sala mucho antes de que el pianista apareciera en el escenario y cuando éste llegaba nacía una sensación eléctrica.

Nació en Kiev (Ucrania) en 1903. No fue un niño prodigio, ofreció su primer recital con 19 años, ingresando en el Conservatorio de su ciudad natal a la edad de 15 años y siendo alumno de Blumenfeld que a su vez lo había sido de Anton Rubinstein. Su idea había sido ser compositor pero la Revolución Rusa y la falta de dinero le obligó a centrarse en el teclado. En 1924 realizó veinticinco conciertos en Leningrado sin repetir ni una sola obra. En 1925 sustituye a un pianista enfermo en Hamburgo interpretando el Concierto en Si bemol menor de Tchaikovsky, ante la magnífica interpretación de la cadencia inicial se corrió la voz de la brillantez técnica del ruso recién llegado.

Horowitz se convirtió en el pianista más buscado por el público, se hizo amigo de Sergei Rachmaninov, pero en su vida hubo momentos que se ve obligado a abandonar los escenarios por problemas de salud. En 1940 se establece en Nueva York y en 1953 decide retirarse del escenario, dedicándose a la formación de jóvenes talentos y a sus primeras grabaciones. Retoma la actividad entre 1969 y 1974 convirtiéndose en el pianista mejor pagado de la historia, pero en 1983 realiza una gira por Japón y América que resultó ser una catástrofe. En 1986 se reencuentra con el público ruso que levantó gran expectación y provocó que su actividad pianística continuara hasta casi el final de su vida. En 1989 fallece en Nueva York.

Se tenía por un pianista que usaba la técnica con fines musicales. Su carácter era básicamente introvertido y, ante el instrumento, era uno de los intérpretes más tranquilos. Sus movimientos eran precisos y mantenía el cuerpo casi inmóvil. Lograba efectos deslumbrantes utilizando solamente los dedos, casi sin utilizar el pedal. Las notas de sus escalas eran uniformes, sus acordes precisos, las octavas nítidas y expresivas y los saltos exactos. Había desarrollado una técnica propia: volvía las manos hacia afuera, sostenía baja la muñeca y los dedos planos; el meñique de la mano derecha siempre estaba encogido hasta que golpeaba una tecla.

Horowitz tocando el piano en 1940
En algunos círculos era considerado como un pianista con una ejecución neurótica y descentrada al que le costaba tocar con sencillez. Pero en realidad aplicaba la bravura cuando era estrictamente necesario, interpretando “Mazurkas” de Chopin y las “Escenas de niños” de Schumann con gran sencillez y con una línea “cantabile” lejos del virtuosismo. Sus interpretaciones demuestran el regreso del Romanticismo.

Reescribió los “Cuadros de una exposición” de Mussorgsky para que fuera más efectiva pianísticamente y añadía cadenzas a las “Rapsodias” de Liszt, mientras que con las obras de Beethoven y Schumann era más respetuoso con la partitura.

Sus compositores preferidos eran Rachmaninov, Liszt, Scriabin y Prokofiev, donde demostraba gran virtuosismo y Scarlatti, mazurkas y valses de Chopin y piezas de Schumann y Moszkowsky donde reflejaba la sencillez.

A través de sus grabaciones podemos apreciar diferentes estilos: al principio su tradición era claramente la de Rachmaninov: fuerte, claro y directo; en la década de los sesenta comenzó a utilizar amaneramientos en su ejecución; en la década de los setenta estos amaneramientos se acercaron a la caricatura, pero en 1986 en sus conciertos volvió a aparecer el estilo directo, con encanto, seguridad y con una libertad controlada huyendo de la excentricidad.

Fijaos en la posición de manos al teclado de Horowitz. ¿Hay algo más que os llame la atención?
Aquí lo tenéis tocando una Polka de Rachmaninov con 83 años. ¡¡¡Impresionante!!!

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