Como decíamos en una publicación anterior, además del clavicordio, uno de los antecesores de nuestro piano es el clavicémbalo o clave que junto a la espineta y el virginal se diferencian del clavicordio en la forma en que se produce el sonido.
Las cuerdas de alambre del clavicémbalo se extienden desde donde se sienta el intérprete, como si fuera un piano de cola, mientras que las de espinetas y virginales van de izquierda a derecha, como en el clavicordio.
Su mecanismo básico es el siguiente: en el extremo de cada tecla hay una pieza de madera que se llama martinete, cuya parte superior está al mismo nivel de las cuerdas. Sobresaliendo del costado del martinete y descansando por debajo de las cuerdas hay una púa o plectro. Al oprimir la tecla se levantan el martinete y el plectro, que pulsa las cuerdas al pasar, produciendo el sonido. La cuerda se amortigua gracias a un pedacito de fieltro unido a la parte superior del martinete, dejando de sonar la nota.
Espinetas del siglo XVI. La Cité de la Musique de París |
Virginal de 1583. La Cité de la Musique de París |
El clave ha tenido un importante papel en la música académica europea desde el siglo XVI hasta el XVIII y, después, en el siglo XX, ya sea como solista, como acompañante o a solo, teniendo su edad dorada en el Barroco, para después caer en el olvido en el Romanticismo y resurgir con fuerza en el siglo XX.
Os ofrecemos unos fragmentos de cuatro Pequeños Preludio de Johann Sebastian Bach, interpretados por Gustav Leonhardt.
Ahora os presentamos una interpretación de la Toccata XVI de Sweelinck en un virginal.
Para finalizar os dejamos con el sonido de una espineta.
Menudos pianos, qué diferentes
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